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Buscar la santidad en tus elecciones cotidianas

La vida es una acumulación de elecciones, cada una de las cuales supone un paso hacia la santidad o un alejamiento de ella. ¿Qué dice la Biblia sobre hacer elecciones que reflejen un compromiso con la santidad, y cómo pueden los creyentes aplicar estos principios en la toma de decisiones diaria?

Las Escrituras nos enseñan que estamos llamados a vivir una vida de santidad, no como un concepto abstracto, sino como una realidad concreta que se refleja en nuestras elecciones diarias. Es una búsqueda que requiere sabiduría, convicción y un corazón anclado en las enseñanzas de Cristo. En este artículo pretendemos explorar qué aspecto tiene la santidad a la luz de las decisiones cotidianas y cómo nos guía la Biblia para cultivar ese estilo de vida.

Comprender la santidad en el contexto bíblico

Cuando dirigimos nuestra mirada a las páginas de la Biblia, encontramos un tema profundo y recurrente: la santidad. El concepto de santidad está profundamente arraigado en el tejido de la fe cristiana. En el centro de esta idea está el carácter del propio Dios, que es descrito como totalmente santo (Levítico 19:2). La santidad denota una pureza moral perfecta y absoluta, una distinción de todo lo que es pecaminoso o malo.

La santidad de Dios establece la norma suprema. Y el llamamiento para nosotros no consiste en alcanzar el nivel de santidad de Dios -una tarea imposible-, sino en esforzarnos por alcanzarlo en nuestras vidas, acercándonos a Su pureza y justicia con cada elección que hagamos. Esta búsqueda de la santidad constituye una parte fundamental del discipulado cristiano.

La santidad es un proceso transformador. Cuando hablamos de perseguir la santidad, implica una transformación tanto interior como exterior (2 Corintios 7:1). La transformación interior se produce cuando permitimos que el Espíritu Santo cambie nuestros corazones, alineándonos con la voluntad de Dios. Este cambio interno influye posteriormente en nuestro comportamiento externo, llevándonos a tomar decisiones que reflejen la justicia de Dios.

En el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo presenta una imagen de la santidad como resultado de una mente renovada (Romanos 12:1-2). Una vida santa comienza con un cambio en nuestra mentalidad y nuestro entendimiento, reconociendo la voluntad de Dios y eligiendo vivir de acuerdo con ella. Esta renovación no es un acontecimiento puntual, sino un proceso diario que implica discernimiento y compromiso.

El principio de separación es crucial para nuestra comprensión de la santidad. Ser santo es estar apartado. Significa estar separado de comportamientos, actitudes y elecciones pecaminosos (1 Pedro 1:14-16). Esto no implica una separación física del mundo, sino que significa una distinción en nuestra conducta, en la que nuestras elecciones reflejan la excelencia moral de Dios en lugar de los valores mundanos.

El concepto de santidad comienza con la perfecta pureza moral de Dios y Su llamamiento a que nos esforcemos por alcanzar esa santidad. Implica un proceso transformador, que comienza internamente con la obra del Espíritu Santo e influye posteriormente en nuestro comportamiento externo. La santidad requiere una renovación diaria de nuestra mente y el compromiso de discernir y seguir la voluntad de Dios. Parte integrante de la santidad es el principio de separación -no física, sino moral-, que distingue nuestra conducta según las normas divinas.

Pasos prácticos para perseguir la santidad en las elecciones diarias

Cuando hablamos de buscar la santidad, nos referimos a un viaje, a un proceso que se desarrolla a medida que tomamos decisiones cotidianas con la Palabra de Dios como guía. He aquí algunos pasos prácticos que te ayudarán a recorrer ese camino:

  • Reflexiona sobre la Palabra de Dios: Las Escrituras iluminan nuestro camino y nos equipan para tomar decisiones justas (Salmo 119:105). Haz de la lectura y la reflexión bíblicas un hábito diario. Procura comprender los mandamientos, principios y promesas de Dios, y deja que moldeen tus pensamientos, actitudes y acciones.
  • Cultiva un Corazón Arrepentido: El arrepentimiento es un cambio de rumbo, un alejamiento intencionado de los comportamientos pecaminosos y un acercamiento a la justicia de Dios (Hch 3:19). Cuando tropezamos, el arrepentimiento rápido y sincero ayuda a realinear nuestro corazón con la voluntad de Dios.
  • Fomenta el Fruto del Espíritu: Gálatas 5:22-23 describe los atributos que el Espíritu Santo cultiva en nosotros: amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y autocontrol. Estas virtudes deben guiar nuestras decisiones y dar forma a nuestras interacciones con los demás.
  • Ejercer el discernimiento: Tomar decisiones santas a menudo implica discernir entre lo bueno y lo mejor, entre lo permisible y lo beneficioso (Hebreos 5:14). Este discernimiento crece a medida que nos sumergimos en la Palabra de Dios y en la oración.
  • Vive en obediencia: La obediencia a la Palabra de Dios es una expresión concreta de nuestro amor por Él y de nuestro deseo de vivir santamente (Juan 14:15). Se trata de algo más que de seguir unas normas; se trata de honrar a Dios en todo lo que hacemos.
  • Participa en la oración constante: La oración es nuestra línea vital con Dios. A través de ella, expresamos nuestra dependencia de Él, buscamos Su guía y pedimos fuerzas para tomar decisiones santas (1 Tesalonicenses 5:17).
  • Abstente de las influencias pecaminosas: Al igual que la luz y las tinieblas no pueden coexistir, tampoco pueden hacerlo la santidad y el pecado. Abstenerse de influencias pecaminosas, ya sea en el pensamiento, el consumo de medios de comunicación o las relaciones, permite que florezca la santidad (1 Tesalonicenses 5:22).

Perseguir la santidad en las elecciones cotidianas implica pasos prácticos como reflexionar diariamente sobre la Palabra de Dios, cultivar un corazón arrepentido, fomentar el Fruto del Espíritu, ejercer el discernimiento, vivir en obediencia, dedicarse a la oración constante y abstenerse de influencias pecaminosas. Estos pasos nos animan a tomar decisiones que honren a Dios, reflejen Su justicia y nos acerquen a Su santidad.

Integrar la santidad en nuestras relaciones personales

Perseguir la santidad no es un esfuerzo solitario. Llega a todos los rincones de nuestra vida, y no menos a nuestras relaciones personales. Es en estas relaciones donde nuestro compromiso con la santidad a menudo se enfrenta a sus retos más importantes y da su testimonio más impactante. 

La santidad en las relaciones comienza con el reconocimiento de que cada persona está hecha a imagen de Dios (Génesis 1:27). Este reconocimiento debe informar nuestras interacciones, llevándonos a tratar a los demás con respeto y dignidad, incluso cuando no estemos de acuerdo con ellos.

Un ámbito clave en el que la santidad entra en juego en las relaciones es el del perdón. Cristo nos instruye para que perdonemos a los demás como Dios nos ha perdonado a nosotros (Mateo 18:21-22). Guardar rencor y albergar resentimiento es incompatible con una vida que se esfuerza por alcanzar la santidad.

Otro ámbito de aplicación es el de la honradez. Decir la verdad es un componente vital de la vida santa (Efesios 4:25). Una mentira, por pequeña que sea, es un paso que nos aleja de la santidad. Por tanto, nuestras palabras y acciones deben reflejar la verdad en todas nuestras interacciones.

Nuestras relaciones personales también proporcionan un contexto para ejercer el autocontrol, uno de los Frutos del Espíritu mencionados en Gálatas 5:23. Las tentaciones abundan en las relaciones, pero el compromiso con la santidad nos obliga a ejercer el autocontrol, resistiendo el impulso de reaccionar con ira, impaciencia o falta de amabilidad.

También debemos tener cuidado con las influencias que permitimos que entren en nuestra vida a través de nuestras relaciones. Las amistades que nos alejan de la justicia de Dios deben tratarse con cuidado. Esto no significa que cortemos los lazos, sino que debemos ser conscientes de no dejar que esas relaciones comprometan nuestra búsqueda de la santidad (1 Corintios 15:33).

Integrar la santidad en nuestras relaciones personales implica reconocer a cada persona como portadora de la imagen de Dios, practicar el perdón, ser sinceros, ejercer el autocontrol y ser cautelosos con las influencias que podrían alejarnos de la justicia de Dios. Estas prácticas no sólo reflejan nuestro compromiso con la santidad, sino que también sirven de testimonio a quienes nos rodean.

Caminando hacia la justicia de Dios: La llamada a la santidad cotidiana

Cada día se nos presenta un sinfín de decisiones, cada una de las cuales ofrece una oportunidad de reflejar la santidad de Dios. Desde las grandes decisiones hasta las aparentemente insignificantes, cada elección puede ser un paso hacia la encarnación de la justicia divina que es central en nuestra fe cristiana. La búsqueda de la santidad, tal como se revela en la Biblia, no es un mero ideal elevado; es un viaje práctico y transformador arraigado en las elecciones diarias y las relaciones personales. 

Para reflexionar más sobre esta llamada a la santidad, considera estas preguntas:

  • ¿Cómo refleja tu rutina diaria un compromiso con la santidad?
  • ¿Cómo podrían cambiar tus relaciones personales si persiguieras más conscientemente la santidad?
  • ¿En qué ámbitos de la vida te resulta más difícil tomar decisiones santas?

Que cada elección que hagas te acerque más al corazón de Dios, reflejando más vívidamente Su santidad. El camino de la santidad puede ser exigente, pero conduce a la relación más rica y satisfactoria con Dios. Mantente firme en tu fe, y deja que cada decisión se haga eco de la justicia del Dios al que sirves.

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