Ancient people around a fire, elders pass down divine knowledge orally. Ancient structures hint at early spiritual practices.

¿Cómo conocía la gente a Dios antes de la Biblia?

Desvelando el camino de la revelación divina, trazamos la comprensión que la humanidad tenía de Dios antes de la Escritura escrita. Un viaje a través de los tiempos en que los corazones y las mentes encontraban iluminación sin las páginas encuadernadas de la Biblia.

En los albores de la historia, antes de que la Biblia fuera meticulosamente recopilada y transcrita, ¿cómo llegó la humanidad a conocer a Dios? La pregunta despierta intriga, curiosidad y quizá incluso un toque de escepticismo. Sin embargo, es esencial examinarla, no para cuestionar la autoridad de las Escrituras, sino para comprender la magnificencia de la revelación de Dios a lo largo de la historia humana.

La Revelación Directa de Dios: Los Primeros Tiempos

Al principio de la historia humana, la relación entre Dios y Su creación era directa y sin intermediarios. Se describe como una interacción personal entre el Creador y la humanidad. Adán y Eva caminaron con Dios en el jardín del Edén, un claro indicio de comunicación divina directa (Génesis 2-3). Esta interacción directa no cesó con su expulsión del jardín, Dios habló a Caín sobre su ira y su pecado (Génesis 4), y también habló directamente a Noé, ordenándole que construyera un arca (Génesis 6-9).

Entre los primeros descendientes de Adán, también hubo quienes “invocaron el nombre del Señor” (Génesis 4:26). Esto sugiere un reconocimiento y una relación con Dios que existían fuera de la familia inmediata de Adán y Eva. Implica un conocimiento de la existencia y el carácter de Dios, probablemente comunicado a través de la tradición oral y la revelación directa.

Incluso a medida que avanzaba la historia humana, Dios siguió hablando directamente a los individuos. Por ejemplo, Dios llamó a Abraham de su tierra natal y le prometió hacer de él una gran nación (Génesis 12). Esta interacción directa con Abraham marcó el comienzo de una relación de alianza con una línea concreta de la humanidad, una alianza que configura la trayectoria de la narración bíblica y revela el plan de Dios para la humanidad.

Dios también interactuó directamente con los patriarcas de Israel. Se apareció a Isaac para reafirmar la promesa del pacto (Génesis 26). Jacob también tuvo encuentros con Dios, sobre todo en un sueño en el que Dios le confirmaba la alianza abrahámica (Génesis 28). La comunicación de Dios no se limitó sólo a los patriarcas; también habló a mujeres como Agar, la criada de Sara, dándole esperanza y dirección en su angustia (Génesis 16).  

Lo que hay que destacar aquí es que Dios deseaba comunicarse con la humanidad, un tema que corre como un hilo de oro a lo largo de la historia bíblica. Esta comunicación se produjo de diversas maneras: sueños, visiones, una voz aún pequeña, una voz audible, una zarza ardiente, e incluso un asno había sido portavoz de Dios en una ocasión (Números 22:28). En estas variadas interacciones, Dios demostró Su soberanía, santidad y compasión, fomentando la comprensión de Su carácter y voluntad entre Su pueblo. 

La interacción de Dios no se limitó a las fronteras geográficas o étnicas. Habló a Abimelek, el rey filisteo, en sueños, advirtiéndole sobre Sara (Génesis 20). Incluso al profeta extranjero Balaam, Dios le comunicó Su voluntad (Números 22-24).

La historia primitiva de la humanidad, tal como se describe en la narración bíblica, es rica en ejemplos de revelación directa de Dios. La comunicación no estaba mediada, era personal y traspasaba las barreras de género, sociales y étnicas. Las interacciones de Dios iban desde el diálogo verbal, los sueños y las visiones hasta encuentros más dramáticos. Ofrecía orientación, lanzaba advertencias, establecía pactos y revelaba Su carácter y Sus planes, fomentando la comprensión de Sí mismo entre la gente. Tales revelaciones divinas atestiguan el deseo persistente de Dios de comunicarse con Su creación.

El papel de los profetas y mensajeros

Al considerar la transmisión del conocimiento sobre Dios antes de la Biblia, los profetas ocupan un lugar crucial. Un profeta, por definición, es alguien designado por Dios para transmitir Sus mensajes. Esto convierte a los profetas en un vínculo instrumental entre Dios y Su pueblo.

Empezando por Abraham, a quien Dios describió como profeta (Génesis 20:7), la cadena de comunicación profética continuó ininterrumpidamente durante siglos. Moisés, piedra angular indiscutible de esta tradición, fue un intermediario importante entre Dios y Su pueblo (Éxodo 3-14). Dios le habló “cara a cara, como habla un hombre con su amigo” (Éxodo 33:11). A través de Moisés, Dios dio los Diez Mandamientos, estableciendo así normas morales y éticas para Su pueblo (Éxodo 20).

El papel de los profetas no se limitaba a la mera comunicación; a menudo demostraban el poder y la autoridad de Dios. Elías, por ejemplo, mostró la supremacía de Dios en el monte Carmelo en un dramático enfrentamiento con los profetas de Baal (1 Reyes 18). A través de actos como éstos, la gente conoció el poder de Dios, Su intolerancia hacia la idolatría y Su lealtad inquebrantable hacia quienes le siguen.

A lo largo de las generaciones, profetas como Samuel, Isaías, Jeremías y Ezequiel desempeñaron papeles vitales en la comunicación de los mensajes de Dios. Hablaron de juicio y misericordia, de rebelión y restauración. Imaginaron un futuro Mesías, contribuyendo a la expectativa mesiánica que culminaría en Jesucristo (Isaías 53, Jeremías 23:5).

Dios también comunicó Su voluntad y Sus planes a través de mujeres profetas. Mujeres como Débora, Hulda y Miriam fueron elegidas para transmitir los mensajes de Dios, demostrando que la comunicación de Dios no tenía prejuicios de género (Jueces 4, 2 Reyes 22:14, Éxodo 15:20).

También había mensajeros o ángeles, seres celestiales, que llevaban los mensajes de Dios a la gente. Los ángeles anunciaron a Abraham el nacimiento de Isaac (Génesis 18), guiaron a Agar en el desierto (Génesis 21:17) y visitaron a Daniel para interpretar sus visiones (Daniel 9:21).

A pesar de los contextos culturales, históricos y sociales en los que se encontraban estos profetas y mensajeros, su mensaje seguía siendo coherente: un testimonio del carácter inmutable de Dios. Con sus palabras y acciones, pintaron una imagen de Dios como juez justo, padre compasivo, libertador y guardián del pacto.

Los profetas actuaron como portavoces de Dios, transmitiendo Sus mensajes a Su pueblo. Desde los tiempos de Abraham hasta los profetas mayores y menores de Israel, estos individuos elegidos transmitieron las leyes divinas, anunciaron juicios, expresaron la misericordia de Dios y profetizaron sobre un futuro Mesías. A menudo demostraban el poder de Dios, mostrando Su supremacía. Los mensajes de estos profetas, coherentes a través del tiempo y la cultura, destacaban el carácter inmutable de Dios. Junto a ellos, los ángeles desempeñaron un papel importante, interviniendo a menudo en momentos críticos para transmitir los mensajes de Dios y guiar a las personas.

La Luz de la Naturaleza: Testigos de Dios en el mundo que nos rodea

Un aspecto de la revelación que a menudo pasa desapercibido es el despliegue de la gloria de Dios en la naturaleza. Este concepto, también conocido como revelación general o natural, sugiere que la existencia y los atributos de Dios pueden percibirse observando el mundo que nos rodea. No requiere una comunicación verbal directa ni visiones proféticas; en su lugar, implica una aguda observación del mundo natural y la comprensión de que tal magnificencia y orden no podrían ocurrir por casualidad.

El primer capítulo del Génesis describe la creación del mundo, en la que Dios hace surgir la vida y el orden del caos. Cada etapa de la creación, ya sea la creación de la luz, la separación del agua y el cielo, la aparición de la tierra y las plantas, o la creación del sol, la luna, las estrellas y las diversas formas de vida, todas muestran un poder creativo y una sabiduría que apuntan hacia un Creador (Génesis 1). Se trata de un testimonio silencioso, un libro abierto para que lo lea toda la humanidad, independientemente de la época, la cultura o la lengua.

El salmista capta maravillosamente este concepto cuando escribe que “Los cielos cuentan la gloria de Dios; los cielos proclaman la obra de sus manos” (Salmo 19:1). Los cuerpos celestes, con su precisión, previsibilidad y esplendor, cuentan la historia de un gran diseñador. Del mismo modo, la armonía y el equilibrio que se observan en el mundo natural, el cambio de las estaciones, la lluvia que da vida, la diversidad de la flora y la fauna, todo ello susurra historias de un sustentador inteligente y benevolente.

Este testimonio de la naturaleza se extiende también a la conciencia humana, una brújula moral interior que parece existir en todos los individuos de las distintas sociedades y culturas. Pablo, en su carta a los Romanos, habla de personas que no tienen la ley (la Palabra escrita de Dios), pero que por naturaleza hacen lo que la ley exige, siendo una ley para sí mismas. Sugiere que su conciencia da testimonio de esta ley, apuntando hacia un legislador moral (Romanos 2:14-15).

Pero es crucial señalar que, aunque la naturaleza y la conciencia humana apuntan hacia un ser divino, no proporcionan una comprensión completa de Dios, especialmente en lo que se refiere a Su plan de redención. Hacen que la humanidad no tenga excusa para no reconocer a un Creador (Romanos 1:20), pero no iluminan el camino de la salvación, que se revela a través de Jesucristo y se atestigua en la Palabra escrita de Dios.

El mundo natural es un lienzo en el que la gloria de Dios se muestra vívidamente, ofreciendo pruebas silenciosas pero convincentes de un Creador. Esta revelación general o natural puede verse en el orden y la magnificencia de la creación, e incluso en la conciencia humana que da testimonio de un orden moral. Aunque dicha revelación no proporciona una comprensión exhaustiva del plan redentor de Dios, no deja lugar a negar la existencia de un Creador. Es un testamento universalmente accesible, que invita a toda la humanidad a buscar a Aquel que pintó los cielos, esculpió las montañas e insufló vida a la existencia.

El eco de la revelación divina en la Historia

El camino hacia la revelación de Dios ha quedado profundamente grabado a lo largo de la historia humana, mucho antes de la existencia de la Biblia. Mediante la comunicación directa, la voz de profetas y mensajeros y el testimonio silencioso de la naturaleza, Dios se dio a conocer a la humanidad. Estas diversas formas de revelación pintan un retrato polifacético de Dios, dando testimonio de Su existencia, carácter y planes.

Para seguir reflexionando sobre este tema, considera estas preguntas:

  • ¿Cómo ves revelado el carácter de Dios en el mundo natural que te rodea?
  • ¿Cómo afecta a tu comprensión del deseo de Dios de tener una relación con nosotros el hecho de saber que Dios se comunicó con la humanidad antes de la Biblia?
  • ¿Qué podemos aprender de las formas en que Dios se comunicaba con la humanidad en los tiempos anteriores a la Biblia?

En los albores de la creación, a través de las épocas de profetas y reyes, Dios siempre estaba hablando, siempre se estaba revelando. Su voz resonaba a través del tiempo y el espacio, llegaba a todos los rincones de la tierra, tocaba innumerables vidas. Sintonicemos nuestros corazones con este eco divino, encontrando en su resonancia la llamada a conocer a nuestro Creador y la esperanza de Su plan eterno. Que esta comprensión nos inspire a profundizar en nuestra fe y a buscar a Dios con todo nuestro corazón. Porque Él no está lejos de cada uno de nosotros, y en Él vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser.

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