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¿Cómo veían la Biblia Jesús y los apóstoles?

Tanto Jesús como los apóstoles interpretaron las Escrituras hebreas de formas que a veces diferían del pensamiento judío contemporáneo. ¿Cómo determina esto nuestra comprensión de su enfoque de la interpretación bíblica?

La Biblia es fuente de inspiración y guía para miles de millones de personas, pero ¿alguna vez se ha parado a pensar cómo veían las Escrituras Jesús y sus apóstoles? En este artículo analizaremos en detalle sus puntos de vista sobre la Biblia, basándonos tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Examinaremos cómo Jesús y los apóstoles interpretaron, aplicaron y enseñaron las Escrituras en sus vidas y ministerios. Acompáñenos en este viaje para comprender mejor la perspectiva bíblica de estas figuras fundacionales del cristianismo.

Introducción a la Biblia en tiempos de Jesús y los apóstoles

Antes de adentrarnos en la visión que Jesús y los apóstoles tenían de la Biblia, es esencial reconocer que la Biblia que ellos conocían no era la misma que la que tenemos hoy. En su época, la Biblia se refería principalmente a las Escrituras hebreas, también conocidas como Antiguo Testamento. Era el texto sagrado del judaísmo y estaba escrito en hebreo, con algunas partes en arameo. Contenía la Ley, los Profetas y los Escritos, que eran las enseñanzas fundamentales de su fe. El Nuevo Testamento, tal como lo conocemos hoy, no existía en vida de los judíos. Fue escrito y recopilado más tarde, empezando por las cartas de los apóstoles y siguiendo por los Evangelios.

Las Escrituras hebreas estaban organizadas en tres divisiones principales:

  • La Ley (Torá): Esta sección incluía los cinco primeros libros de la Biblia, conocidos como el Pentateuco, y proporcionaba el marco legal y moral del pueblo judío. Contenía la historia de la creación, las narraciones de los patriarcas, el Éxodo y el Pacto de Moisés, junto con numerosas leyes y mandamientos.
  • Los Profetas (Nevi’im): Esta división comprendía los libros históricos y proféticos, que narraban la historia de Israel y los mensajes de los profetas. Incluye libros como Josué, Jueces, Samuel, Reyes, Isaías, Jeremías y Ezequiel.
  • Los Escritos (Ketuvim): Esta sección consistía en una colección diversa de libros, incluyendo poesía (Salmos y Lamentaciones), literatura sapiencial (Proverbios, Job y Eclesiastés) y otros escritos como Ester, Daniel, Esdras y Crónicas.

En tiempos de Jesús y los apóstoles, las Escrituras hebreas se leían y estudiaban en las sinagogas, que eran centros locales de culto, educación y vida comunitaria de los judíos. La gente se reunía allí para rezar, leer y discutir las Escrituras, y para recibir enseñanzas de rabinos y otras personas expertas. El estudio de las Escrituras era una parte central de la vida judía, y muchos judíos memorizaban partes importantes del texto.

Es en este contexto de profundo compromiso con las Escrituras hebreas donde podemos empezar a entender cómo Jesús y los apóstoles veían la Biblia e interactuaban con ella. Sus perspectivas estaban determinadas por el entorno religioso y cultural de su época, y su comprensión de las Escrituras desempeñó un papel crucial en sus vidas y ministerios.

La relación de Jesús con las escrituras

Como judío devoto y rabino, Jesús tenía una relación íntima con las Escrituras. Sus enseñanzas y acciones se basaron con frecuencia en las Escrituras hebreas, y demostró un profundo conocimiento de su significado e importancia. La relación de Jesús con las Escrituras puede entenderse de dos maneras principales: como el cumplimiento de la profecía y como el fundamento de sus enseñanzas.

Jesús como cumplimiento de la profecía

Un aspecto central de la relación de Jesús con las Escrituras fue su papel como cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento sobre el Mesías. Las Escrituras hebreas contenían numerosas profecías sobre un Salvador venidero que liberaría al pueblo de Dios y establecería una nueva alianza. Jesús se refirió a menudo a estas profecías para demostrar que Él era el Mesías prometido.

Por ejemplo, en Lucas 4:16-21, Jesús leyó un pasaje del Libro de Isaías en la sinagoga:

“El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados” (Isaías 61:1-2)

Después de leer este pasaje, Jesús declaró: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros”. En este caso, así como en muchos otros a lo largo de Su ministerio, Jesús relacionó explícitamente Sus acciones y enseñanzas con las profecías del Antiguo Testamento, mostrando que Él era el cumplimiento de las promesas de Dios.

El uso de las Escrituras en las enseñanzas de Jesús

Otro aspecto esencial de la relación de Jesús con las Escrituras fue el uso que hizo de ellas como fundamento de sus enseñanzas. Jesús citaba con frecuencia las Escrituras hebreas en sus parábolas, sermones y conversaciones con los demás. Utilizaba las Escrituras para dar contexto y autoridad a su mensaje, así como para desafiar a los líderes religiosos de su tiempo.

Un ejemplo notable del uso que Jesús hizo de las Escrituras en sus enseñanzas es el Sermón de la Montaña (Mateo 5-7). A lo largo de este sermón, Jesús hizo referencia a varias leyes y enseñanzas del Antiguo Testamento, como los Diez Mandamientos y las enseñanzas de los profetas. Luego amplió estas enseñanzas, profundizando en su significado y desafiando a sus oyentes a un mayor nivel de rectitud y obediencia a Dios.

Jesús también utilizó las Escrituras para responder a los desafíos y preguntas de los líderes religiosos. Por ejemplo, cuando los fariseos le preguntaron cuál era el mandamiento más importante, Jesús respondió citando Deuteronomio 6:5 y Levítico 19:18: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mt 22,37-40).

Al basar sistemáticamente sus enseñanzas en las Escrituras hebreas, Jesús demostró su reverencia por la Palabra de Dios y su compromiso con su permanente relevancia y autoridad en la vida de sus seguidores.

La comprensión de la Biblia por parte de los apóstoles

Como seguidores más cercanos de Jesús, los apóstoles se vieron profundamente influidos por sus enseñanzas y su comprensión de las Escrituras. Llegaron a ver las Escrituras hebreas a través de la lente de la vida y las enseñanzas de Jesús, reconociéndole como el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento. La comprensión de las Escrituras por parte de los apóstoles puede examinarse observando su trasfondo en las Escrituras judías y cómo relacionaban el Antiguo y el Nuevo Testamento.

El trasfondo de los apóstoles en las Escrituras judías

Los apóstoles, al igual que Jesús, eran judíos que habían crecido aprendiendo las Escrituras hebreas. Estaban familiarizados con las historias, leyes y profecías contenidas en el Antiguo Testamento y probablemente habían memorizado partes significativas del texto. Como resultado, su comprensión de las enseñanzas y acciones de Jesús estaba profundamente arraigada en las Escrituras hebreas. Cuando Jesús les llamó a seguirle, su conocimiento de las Escrituras les ayudó a reconocerle como el Mesías y a comprender el significado de sus enseñanzas.

Durante el tiempo que pasaron con Jesús, los apóstoles siguieron aprendiendo de Él, profundizando en su comprensión de las Escrituras. Jesús explicaba a menudo cómo las profecías y enseñanzas del Antiguo Testamento apuntaban a Él, e instruía a los apóstoles sobre cómo aplicar estas verdades en sus vidas y ministerios. Tras la muerte y resurrección de Jesús, el Espíritu Santo siguió guiando a los apóstoles en su comprensión de las Escrituras, capacitándoles para proclamar el Evangelio y establecer la Iglesia cristiana primitiva.

Cómo conectaron los apóstoles el Antiguo y el Nuevo Testamento

Los apóstoles desempeñaron un papel fundamental en la conexión entre el Antiguo y el Nuevo Testamento al demostrar cómo las Escrituras hebreas señalaban a Jesús como el Mesías. En sus cartas y en los Evangelios, citaron con frecuencia el Antiguo Testamento para mostrar cómo presagiaba y profetizaba la vida, muerte y resurrección de Jesús.

Por ejemplo, el apóstol Pablo, en su carta a los Romanos, escribió: “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá”. (Romanos 1:16-17). Aquí, Pablo citó Habacuc 2:4 para demostrar que el mensaje central del Evangelio -la salvación por la fe- tenía sus raíces en el Antiguo Testamento.

El apóstol Pedro, en su sermón del día de Pentecostés, también relacionó el Antiguo y el Nuevo Testamento citando al profeta Joel:

“Y en los postreros días, dice Dios, Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; Vuestros jóvenes verán visiones, Y vuestros ancianos soñarán sueños” (Hechos 2:17, citando a Joel 2:28).

Pedro explicó que la efusión del Espíritu Santo sobre los creyentes era el cumplimiento de la profecía de Joel, subrayando la continuidad entre el Antiguo Testamento y la nueva era inaugurada por Jesús.

Al conectar el Antiguo y el Nuevo Testamento en sus enseñanzas y escritos, los apóstoles demostraron que la historia de Jesús no era una narración separada, sino el cumplimiento y la continuación del plan de salvación de Dios revelado en las Escrituras hebreas.

El papel de la Biblia en las primeras comunidades cristianas

Las primeras comunidades cristianas, guiadas por los apóstoles, se basaron en gran medida en las Escrituras hebreas y en las enseñanzas de Jesús para comprender y vivir su fe. Las Escrituras desempeñaron un papel fundamental en el culto, la educación y el crecimiento espiritual de estas comunidades, y configuraron sus creencias y prácticas de manera significativa.

Estudiar y aprender de las Escrituras

Los primeros cristianos, muchos de los cuales eran judíos conversos, continuaron la tradición judía de estudiar y aprender de las Escrituras. Se reunían en hogares, sinagogas y otros lugares de encuentro para leer, discutir y orar sobre las Escrituras hebreas. Buscaban comprender el significado del texto y aplicar sus enseñanzas a sus vidas como seguidores de Jesús.

Los apóstoles desempeñaron un papel fundamental enseñando a los primeros cristianos a interpretar y aplicar las Escrituras a la luz de la vida y las enseñanzas de Jesús. Explicaron cómo Jesús cumplió las profecías del Antiguo Testamento y cómo la nueva alianza establecida por su muerte y resurrección transformó su comprensión de las promesas y exigencias de Dios.

El desarrollo y la difusión del Nuevo Testamento

A medida que las primeras comunidades cristianas crecían y se extendían, los apóstoles y otros líderes cristianos empezaron a escribir cartas para tratar temas concretos, dar ánimos e instruir en la fe. Estas cartas, junto con los relatos de la vida y las enseñanzas de Jesús, acabaron convirtiéndose en el Nuevo Testamento.

El apóstol Pablo, por ejemplo, escribió cartas a varias iglesias, como las de Corinto, Galacia y Éfeso, para abordar preocupaciones y ofrecer orientación. Otros apóstoles y primeros líderes cristianos, como Pedro, Santiago y Juan, también escribieron cartas para animar e instruir a los creyentes. Estas cartas, que circulaban a menudo entre las iglesias, se convirtieron en una parte esencial de la comprensión de la fe y la práctica de los primeros cristianos.

Además de las cartas, los Evangelios -Mateo, Marcos, Lucas y Juan- se escribieron para relatar la vida, muerte y resurrección de Jesús. Estos Evangelios, que se basaban en el testimonio ocular de los apóstoles y otros primeros seguidores de Jesús, ofrecían una narración detallada y coherente de las enseñanzas y acciones de Jesús.

Incorporación del Nuevo Testamento al estudio y la adoración de los primeros cristianos

A medida que los escritos del Nuevo Testamento empezaron a circular entre las primeras comunidades cristianas, se fueron incorporando a su adoración y al estudio de las Escrituras. Las cartas de los apóstoles y los Evangelios se leían en voz alta en las reuniones públicas, junto con las Escrituras hebreas, y se discutían y aplicaban a la vida de los creyentes.

Los primeros cristianos reconocían la autoridad de los apóstoles y sus escritos, considerándolos inspirados por el Espíritu Santo y coherentes con las enseñanzas de Jesús. Con el tiempo, los escritos del Nuevo Testamento pasaron a formar parte del canon de las Escrituras, junto con las Escrituras hebreas, y constituyeron la base de la fe y la práctica cristianas.

Al estudiar y aplicar tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, las primeras comunidades cristianas trataron de vivir su fe de un modo fiel a las enseñanzas de Jesús y de los apóstoles, al tiempo que se enraizaban en la rica herencia de las Escrituras hebreas.

Tu lugar en la historia

A medida que hemos explorado cómo Jesús y los apóstoles veían la Biblia, podemos ver el profundo impacto que su comprensión tuvo en la formación del cristianismo y cómo sigue siendo relevante hoy en día. A medida que sigas leyendo las Escrituras, considera estas preguntas para profundizar en tu propia comprensión y conexión con la Biblia:

  • ¿Cómo afecta a tu fe y a tu comprensión de la Biblia el hecho de conocer a Jesús como el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento?
  • ¿De qué manera puedes hacer que el estudio de la Biblia sea una parte más central de tu vida diaria y de tu crecimiento espiritual?
  • ¿Cómo puedes aplicar las enseñanzas de Jesús y los apóstoles en tu propia vida para amar mejor a Dios y a tu prójimo?

Recuerda que la Biblia no es sólo un documento histórico, sino un testimonio vivo del amor de Dios y de su plan de salvación para la humanidad. Mientras estudias las Escrituras y sigues las huellas de Jesús y los apóstoles, que encuentres tu lugar en esta gran historia y te sientas inspirado para vivir tu fe con pasión, valentía y amor.

La Palabra de Dios es una lámpara para nuestros pies y una luz para nuestro camino (Salmo 119:105). Que ilumine tu camino y te guíe cada vez más cerca del corazón de Dios.

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