Broken wedding ring with a rose and an open Bible in the background. Signifies the sorrow and search for understanding regarding divorce from a Biblical perspective.

¿Permite Dios el divorcio?

Hay momentos en los que la santidad del matrimonio se ve sometida a tensión, lo que a menudo lleva a plantearse cuestiones sobre el divorcio. ¿De qué manera la descripción que hace la Biblia de la alianza matrimonial informa sus enseñanzas sobre el divorcio?

Nuestros matrimonios suelen ser un espejo de nuestra relación con Dios, un reflejo del amor y el compromiso divinos. Sin embargo, los desafíos de la vida plantean a veces duras pruebas a esta unión sagrada. Este artículo emprende un viaje a través de las Escrituras, en busca de claridad sobre un tema polémico: ¿es permisible el divorcio a los ojos de Dios?

Comprender el matrimonio en el contexto bíblico

Desde los albores de la creación, el matrimonio ha desempeñado un papel central en el plan divino de Dios. En los primeros capítulos del Génesis, encontramos la creación del hombre y la mujer, formados a imagen y semejanza de Dios. La narración culmina con la declaración de Dios de que no es bueno que el hombre esté solo, lo que conduce a la creación de la mujer. Este acontecimiento constituye el fundamento mismo del matrimonio: un hombre, una mujer, unidos por Dios para vivir como una sola carne (Génesis 2:18-24). Establece el matrimonio como una institución divina, caracterizada por la unidad, el compañerismo y el apoyo mutuo. 

Desde este punto de vista, percibimos el matrimonio como una alianza, un voto solemne realizado entre dos individuos en presencia de Dios. El término “alianza” puede sonar anticuado, pero representa un vínculo eterno e irrompible, algo mucho más profundo que cualquier contrato humano. De ello se hace eco el libro de Malaquías, donde se representa a Dios como testigo de la alianza matrimonial (Malaquías 2:14).

El matrimonio, en el contexto bíblico, también conlleva un profundo simbolismo espiritual. Significa la unión mística entre Cristo y Su Iglesia. Al igual que el marido y la mujer se convierten en una sola carne en el matrimonio, Cristo y Su Iglesia son un solo cuerpo. Esta poderosa metáfora de Efesios 5:22-33 subraya la naturaleza sagrada y duradera de los vínculos matrimoniales.

Considera los votos matrimoniales tradicionales que se hacen eco de los sentimientos bíblicos: en la salud y en la enfermedad, en lo bueno y en lo malo, hasta que la muerte nos separe. Estas palabras ponen de relieve un compromiso resistente y un amor duradero, que reflejan el amor inquebrantable que Cristo tiene por Su Iglesia.

El matrimonio no es una mera construcción social ni un arreglo conveniente. Es un pacto sagrado diseñado por Dios, una plataforma para el amor desinteresado y un reflejo profundo de la relación entre Cristo y Su Iglesia. Es un recipiente para el crecimiento espiritual y el desarrollo del carácter, que enseña lecciones de paciencia, perdón y humildad. 

En la Biblia, el matrimonio se describe como una institución divina iniciada con la creación del hombre y la mujer. Es un pacto, que implica un vínculo eterno e inquebrantable atestiguado por Dios. Esta unión sagrada conlleva un profundo simbolismo espiritual, que refleja la relación mística entre Cristo y Su Iglesia. Los votos matrimoniales tradicionales reiteran este compromiso sagrado, reflejando el amor decidido que Cristo siente por Su Iglesia. El matrimonio sirve de importante plataforma para el crecimiento espiritual, pues enseña valiosas lecciones de abnegación, paciencia y humildad.

La enseñanza bíblica sobre el divorcio

Dentro de la narración bíblica, hay casos en los que el tema del divorcio sale a relucir. En el Antiguo Testamento, concretamente en el libro del Deuteronomio, se da una disposición sobre el divorcio (Deuteronomio 24:1-4). Un hombre podía escribir un certificado de divorcio si encontraba alguna indecencia en su mujer. Aunque esto podría parecer una vía de escape fácil del pacto matrimonial, el hecho de que se mencionara en la ley implica una preocupación por el orden y la protección, sobre todo teniendo en cuenta el contexto cultural.

Sin embargo, esta antigua disposición no pretendía promover el divorcio. De hecho, cuando los fariseos le preguntaron al respecto, Jesús se refirió a la intención divina original del matrimonio: un compromiso para toda la vida (Mateo 19:3-9). Explicó que esta concesión se hizo debido a la dureza humana de corazón, pero que desde el principio no fue así. Jesús defiende la santidad de la alianza matrimonial y subraya su permanencia. 

El Nuevo Testamento sí ofrece dos excepciones concretas en las que el divorcio puede ser permisible. El apóstol Pablo, en su carta a los Corintios, habla de una circunstancia en la que un cónyuge no creyente quiere abandonar el matrimonio (1 Corintios 7:10-15). En tal caso, el cónyuge creyente no está obligado. Esto suele denominarse “privilegio paulino”. 

La segunda excepción procede de la enseñanza de Jesús sobre la infidelidad conyugal (Mateo 19:9). Afirma que el divorcio es permisible en caso de inmoralidad sexual. Esta excepción, conocida comúnmente como la “excepción mateana”, reconoce la profundidad de la traición y la destrucción de la unidad de una sola carne que tales acciones pueden causar.

Aunque el Antiguo Testamento preveía una ley para el divorcio, no era una aprobación del mismo, sino un medio para poner orden y proteger a los vulnerables de la sociedad. Jesús reforzó el diseño divino original del matrimonio, que es el compromiso para toda la vida, y destacó que el divorcio sólo se permitía debido a la dureza humana de corazón. El Nuevo Testamento introduce dos excepciones: el “privilegio paulino”, por el que una pareja creyente no está obligada si un cónyuge no creyente quiere marcharse, y la “excepción mateana”, por la que se permite el divorcio en caso de inmoralidad sexual. Estas excepciones subrayan la gravedad del pacto matrimonial y los efectos devastadores de su ruptura.

Divorcio y segundas nupcias: Una Contemplación

Al hablar del divorcio, el tema de las segundas nupcias se desprende de forma natural. Dentro de las comunidades cristianas existen diversas interpretaciones sobre las segundas nupcias tras el divorcio. Estas interpretaciones se basan en gran medida en las lecturas de determinados textos bíblicos.

El apóstol Pablo, en su primera carta a los Corintios, habla de las viudas y los viudos. Les aconseja que son libres de volver a casarse, pero que deben hacerlo con un correligionario (1 Corintios 7:39). Aunque este pasaje se refiere específicamente a aquellos cuyos cónyuges han fallecido, sienta un precedente importante para la idea de volver a casarse dentro de la fe cristiana.

Sin embargo, cuando se trata del divorcio, la cuestión se vuelve más compleja. Si un divorcio se produce dentro de las excepciones comentadas anteriormente -el “privilegio paulino” o la “excepción mateana”-, algunos creen que las personas son libres de volver a casarse. Argumentan que el divorcio, en estos casos, rompe el pacto matrimonial, liberándoles así para establecer un nuevo pacto con otra persona.

Otros, sin embargo, mantienen una opinión más conservadora. Sostienen que la naturaleza indisoluble de la alianza matrimonial no permite volver a casarse tras el divorcio, independientemente de las circunstancias que lo hayan provocado. Basan esta perspectiva en las palabras de Jesús en el Evangelio de Lucas, donde parece equiparar las segundas nupcias tras el divorcio con el adulterio (Lucas 16:18).

Estas diversas interpretaciones subrayan la complejidad de la cuestión y la necesidad de considerarla con detenimiento y oración. Está claro que el corazón de Dios está a favor de la reconciliación y la restauración siempre que sea posible. Por eso, cualquier decisión relativa al divorcio y a las segundas nupcias debe guiarse por la Palabra de Dios, abordarse con humildad y cubrirse con la oración.

La cuestión de volver a casarse tras el divorcio es compleja y ha dado lugar a diversas interpretaciones dentro de las comunidades cristianas. La carta del apóstol Pablo a los Corintios establece un precedente para volver a casarse, en concreto para las viudas y los viudos. Si se produce un divorcio dentro de las excepciones bíblicas, algunos creen que las personas son libres de volver a casarse, al considerar que se ha roto el pacto matrimonial original. Otros sostienen que la naturaleza indisoluble del matrimonio no permite volver a casarse tras el divorcio, basándose en las palabras de Jesús en Lucas. La cuestión requiere una cuidadosa consideración, con decisiones guiadas por la Palabra de Dios, la humildad y la oración.

Caminar con fidelidad: Una perspectiva piadosa del divorcio

Nuestra búsqueda de la comprensión de la perspectiva de Dios sobre el divorcio sirve como recordatorio de los principios fundamentales de nuestra fe cristiana: el respeto al designio de Dios, la adhesión a Su palabra y la humildad en la búsqueda de Su sabiduría. Cada paso que damos para comprender estas complejas cuestiones refuerza nuestro compromiso de vivir de acuerdo con Su divina voluntad.

Considera lo siguiente:

  • ¿Cómo podemos encarnar la fidelidad y el compromiso en nuestra vida cotidiana?
  • ¿De qué manera podemos defender la santidad del matrimonio como individuos y como comunidad?
  • ¿Cómo influye nuestra comprensión de la perspectiva de Dios sobre el divorcio en nuestras interacciones con los demás?

Que nos esforcemos por aferrarnos a la verdad de Dios, incluso en medio de los retos y complejidades de la vida. Que nuestra fe sea nuestra guía y la Palabra de Dios nuestra referencia constante. Nuestra búsqueda de la comprensión de Su voluntad no consiste en alcanzar la perfección, sino en vivir una vida agradable a Él, moldeada por Su gracia y sabiduría.

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