Calm landscape with gathering storm in the sky. A silhouette gazes towards the storm, representing contemplation and introspection in the face of suffering.

¿Por qué sufre la gente buena?

En los momentos más difíciles de la vida, podemos preguntarnos por qué un Dios amoroso permitiría que los justos soportaran dificultades. ¿Cómo aborda la Biblia esta cuestión, sobre todo en el contexto de la justicia y la soberanía de Dios?

A medida que caminamos por la vida, hay ocasiones en las que nos enfrentamos a pruebas y tribulaciones que parecen desafiar nuestra comprensión de un Dios justo y amoroso. Esto resulta especialmente desconcertante cuando los buenos y los justos de entre nosotros se ven atrapados en la estela del sufrimiento, lo que nos empuja a preguntarnos: “¿Por qué permite Dios que le ocurran cosas malas a la gente buena?”. Nuestro objetivo es buscar respuestas dentro de la riqueza de las Escrituras, apoyándonos en los principios y relatos bíblicos para guiar nuestra comprensión y proporcionar consuelo y perspectiva en estos tiempos difíciles.

El misterio de la soberanía de Dios y el sufrimiento humano

Existe un profundo misterio en torno a la soberanía de Dios y el sufrimiento humano, pero podemos comprenderlo a partir de diversos relatos bíblicos. Estas escrituras iluminan una verdad importante: Dios es totalmente soberano, lo que significa que Su autoridad y poder son absolutos. Dios controla todos los aspectos del universo que ha creado (Salmo 135:6). Sin embargo, dentro de esta omnipotencia, permite el sufrimiento, que a menudo desafía nuestra comprensión.

Para comprenderlo, debemos entender el carácter de Dios y Su plan para la humanidad. Dios es intrínsecamente bueno (Salmo 145:9). Aunque el sufrimiento pueda parecer contradictorio con la bondad de Dios, no socava Su carácter. Al contrario, forma parte de Su plan misterioso y perfecto que trasciende nuestra limitada comprensión (Isaías 55:8-9).

Antes de la caída de Adán y Eva, no había sufrimiento. Pero cuando desobedecieron a Dios en el Jardín del Edén, el pecado entró en el mundo (Génesis 3). En consecuencia, la humanidad, incluso la más justa, experimenta sufrimiento como parte de la vida en un mundo caído. El sufrimiento no es necesariamente un castigo directo por el pecado personal, sino más bien una consecuencia indirecta de la pecaminosidad más amplia del mundo.

La soberanía de Dios está entrelazada con el libre albedrío humano, otro factor importante para comprender por qué les ocurren cosas malas a las personas buenas. Dios dio a la humanidad la capacidad de elegir y, por desgracia, estas elecciones a veces conducen al dolor y al sufrimiento (Deuteronomio 30:19-20). Aunque Dios tiene control sobre todas las cosas, no es el autor del pecado ni del sufrimiento, sino que lo permite como parte del libre albedrío humano y del estado caído del mundo.

La presencia del sufrimiento no debe interpretarse como prueba de la ausencia o indiferencia de Dios. Por el contrario, Dios siempre está presente en medio del sufrimiento (Salmo 34:18). Siente nuestro dolor, comparte nuestras penas y promete utilizar incluso las situaciones más difíciles para un bien mayor (Romanos 8:28). 

La soberanía de Dios es completa, pero permite el sufrimiento debido a la entrada del pecado en el mundo por la desobediencia de Adán y Eva. La presencia del sufrimiento no contradice la bondad de Dios, sino que forma parte de Su misterioso plan que supera nuestra comprensión. El libre albedrío humano también desempeña un papel importante, ya que las elecciones que hacemos pueden conducir al sufrimiento. Dios permanece presente en los momentos de dolor y promete utilizar estas situaciones para un fin mayor.

Aprender a través de las pruebas: Ejemplos bíblicos

Al examinar los relatos bíblicos, encontramos casos en los que los siervos de Dios, individuos de notable rectitud, soportan duras pruebas. Sus historias ofrecen valiosas perspectivas sobre la cuestión que nos ocupa.

Job es uno de esos personajes conocidos por sus pruebas. Era un hombre recto e intachable, y sin embargo experimentó grandes sufrimientos. Job perdió su riqueza, sus hijos y su salud en rápida sucesión (Job 1-2). A pesar de su sufrimiento, mantuvo su integridad y su fe, demostrando que el sufrimiento no es necesariamente indicativo de pecado personal. Las pruebas de Job, aunque no eran castigos, servían a un propósito en el gran plan de Dios, y en última instancia condujeron a la restauración de Job y a una comprensión más profunda de la soberanía de Dios (Job 42).

La vida de José ofrece otro ejemplo. A pesar de ser vendido como esclavo por sus hermanos y encarcelado injustamente, José mantuvo su fe (Génesis 37-39). Con el tiempo, sus pruebas le llevaron a una posición de poder en Egipto, donde preservó muchas vidas durante una hambruna, incluidas las de su familia. El sufrimiento que experimentó formaba parte de un cuadro más amplio, que permitió a Dios utilizarle de forma extraordinaria (Génesis 50:20).

Jesucristo, la personificación de la justicia, padeció el sufrimiento más profundo en la cruz. Su sufrimiento no se debió a su pecado -Él era impecable-, sino a la salvación de la humanidad (1 Pedro 2:24). El sufrimiento de Jesús subraya la verdad bíblica de que las personas justas pueden experimentar sufrimiento por razones que sirven al plan más amplio de Dios.

A partir de estos relatos, vemos que las pruebas pueden servir para refinar la fe, desarrollar el carácter y cumplir los propósitos de Dios. El sufrimiento puede ser desconcertante, pero Dios puede convertir la adversidad en bien, aunque no lo comprendamos durante la prueba.

Narraciones bíblicas como las de Job, José y Jesús ilustran que las personas justas pueden soportar pruebas. Estas pruebas no se deben necesariamente al pecado personal, ni carecen de propósito. A menudo sirven para profundizar en la fe, moldear el carácter y cumplir el plan mayor de Dios. Dios tiene la capacidad de hacer el bien a través de la adversidad, una verdad a la que podemos aferrarnos incluso cuando nos enfrentamos a nuestras propias pruebas.

El sufrimiento y la promesa de la redención eterna

Cuando nos volvemos hacia la promesa de la redención eterna, adquirimos una nueva perspectiva sobre el sufrimiento. La promesa de la vida eterna en la presencia de Dios proporciona un contexto esperanzador a las pruebas y tribulaciones que afrontamos.

En el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo presenta una perspectiva convincente. Habla de la naturaleza temporal de nuestras pruebas terrenales en comparación con el eterno peso de gloria que nos espera (2 Corintios 4:17). Subraya la naturaleza efímera de nuestras luchas actuales con el telón de fondo de la alegría y la paz eternas de nuestra herencia celestial. 

Nuestro Salvador Jesucristo también transmite un mensaje de esperanza en medio del sufrimiento. En Sus últimos momentos en la cruz, Jesús asegura a uno de los criminales que estaban siendo crucificados con Él acerca del Paraíso (Lucas 23:43). Esta escena subraya la creencia en la redención y la vida eterna, prometiendo un reino donde ya no existe el sufrimiento.

En el Apocalipsis, el apóstol Juan comparte una visión de un cielo nuevo y una tierra nueva (Apocalipsis 21:1). Describe un futuro en el que Dios enjugará toda lágrima, donde ya no habrá muerte, luto, llanto ni dolor. Éste es el estado eterno prometido para los que tienen fe, un lugar de paz y gozo perfectos en la presencia de Dios.

Estas vislumbres de la eternidad revelan que nuestros sufrimientos terrenales no son más que un momento en comparación con la existencia intemporal que nos espera en la presencia de Dios. Las pruebas a las que nos enfrentamos, aunque significativas y a menudo dolorosas, son temporales. La promesa de la redención eterna sirve como faro de esperanza, animándonos a resistir fielmente, sabiendo que nuestros sufrimientos actuales no son el final de nuestra historia.

La promesa de la redención eterna proporciona una profunda perspectiva sobre el sufrimiento. El Nuevo Testamento enseña que nuestras pruebas actuales son pasajeras en comparación con la alegría eterna que nos aguarda. La seguridad de un futuro en el que el sufrimiento no existe aporta esperanza. Esta creencia sustenta nuestra fe, animándonos a perseverar en las pruebas, sabiendo que estas luchas temporales no son más que un preludio de la alegría y la paz eternas en la presencia de Dios.

Fe firme en medio de las pruebas

Las complejidades del sufrimiento humano a menudo nos dejan perplejos, sobre todo cuando afecta a quienes consideramos buenos y justos. A pesar del misterio que envuelve este tema, hemos tratado de iluminarlo a través de una lente bíblica, afirmando que la soberanía de Dios, la naturaleza refinadora de las pruebas y la promesa de la redención eterna ofrecen profundas perspectivas. Bajo esta luz, vemos que el sufrimiento, aunque incómodo y a menudo desgarrador, desempeña un papel en la gran narrativa que Dios está escribiendo en nuestras vidas.

Para la reflexión personal, considera estas preguntas

  • ¿Cómo han influido en tu fe tus experiencias de sufrimiento?
  • En tiempos de prueba, ¿cómo puedes cultivar una confianza más profunda en la soberanía de Dios?
  • ¿Cómo te aporta esperanza la promesa de la redención eterna durante los periodos de sufrimiento?

Que, en medio de nuestras pruebas, permanezcamos anclados en nuestra fe. Aunque caminemos por valles de incertidumbre y dificultades, que nos fortalezca e inspire la esperanza segura de las promesas de Dios. Porque en esta esperanza encontramos el valor para resistir, la fuerza para perseverar y la paz para afrontar lo que se nos presente.

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Apoyarse en las Promesas de Dios en las Luchas Cotidianas

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