Very old, sick person in a bed with soft white linens. An ethereal light emanates from above, a nurse gently tends to the patient, illustrating compassion and the sanctity of life.

¿Puede la eutanasia alinearse alguna vez con la voluntad de Dios? 

Las enseñanzas bíblicas hacen hincapié en la soberanía de Dios sobre la vida y la muerte. Ante el sufrimiento, ¿podría conciliarse poner fin a la propia vida con las enseñanzas de la Biblia?

Al abordar la compleja cuestión de la eutanasia, es importante comprender cómo los principios del cristianismo conforman nuestra perspectiva. Exploraremos la santidad de la vida otorgada por Dios, Su soberanía sobre la vida y la muerte, y el papel del sufrimiento en el camino cristiano. Esta exploración no es ni una condena general ni una aprobación total de la eutanasia, sino más bien un intento de aplicar los principios bíblicos a un difícil dilema ético moderno.

Comprender la eutanasia: su contexto e implicaciones

Eutanasia es un término que suscita profunda emoción y controversia. Deriva de las palabras griegas “eu”, que significa “bien”, y “thanatos”, que significa “muerte”, y en su sentido más amplio, se refiere a la práctica de poner fin intencionadamente a una vida para aliviar el dolor y el sufrimiento. La eutanasia puede ser voluntaria, cuando una persona con una enfermedad terminal toma la decisión informada de poner fin a su vida, a menudo porque está sufriendo de forma insoportable. También puede ser involuntaria o no voluntaria, cuando la persona es incapaz de dar su consentimiento, como en caso de coma o discapacidad mental grave.

La postura del cristianismo sobre la eutanasia está determinada por varios principios bíblicos clave. Estos principios no se limitan a un solo versículo, sino que impregnan toda la Escritura. El primero de estos principios es la santidad de la vida, que se destaca repetidamente en toda la Biblia (Génesis 1:26-27; Salmo 139:13-16). La vida humana, creada a imagen de Dios, se considera sagrada e inviolable, un don que hay que valorar y respetar.

El segundo principio es la soberanía de Dios sobre la vida y la muerte. La Biblia atribuye con frecuencia a Dios el control de la vida y la muerte (Deuteronomio 32:39; Job 1:21). En otras palabras, sólo Dios, como creador de la vida, tiene autoridad para acabar con ella. Esta perspectiva cuestiona intrínsecamente la idea de la eutanasia, que implica la intervención humana para poner fin a la vida.

El tercer principio es la comprensión cristiana del sufrimiento. La Biblia no rehúye la realidad del sufrimiento, sino que lo presenta como parte de la experiencia humana, a menudo asociado al crecimiento y desarrollo espirituales (Romanos 5:3-5; Santiago 1:2-4). Esta perspectiva contrasta con la visión social predominante del sufrimiento como algo que debe evitarse a toda costa, que a menudo es una fuerza impulsora de las llamadas a la eutanasia.

Esta visión general nos ofrece una instantánea del contexto de la eutanasia y de los principios bíblicos que informan la perspectiva cristiana. En resumen, la santidad de la vida, la soberanía de Dios sobre la vida y la muerte, y la concepción cristiana del sufrimiento son principios bíblicos clave que conforman la perspectiva cristiana sobre la eutanasia. Estos principios proporcionan una lente a través de la cual podemos ver y evaluar el dilema ético de la eutanasia.

La Santidad de la Vida: Piedra angular de la creencia cristiana

La vida, en todas sus etapas y formas, tiene un valor intrínseco y sagrado en el cristianismo. Esta creencia se deriva del concepto bíblico de que los seres humanos han sido creados a imagen de Dios (Génesis 1:26-27). Esta concepción va más allá de la semejanza física; implica que toda vida humana posee un valor único y divino que exige respeto y protección. 

Una implicación inmediata de esta creencia es la convicción cristiana de que cada vida, independientemente de su etapa o condición, debe ser preservada y respetada. Esto implica un respeto por la vida incluso cuando es débil, vulnerable o está lastrada por la enfermedad. Este principio se observa en las acciones de Jesús, que mostró compasión y curación a los enfermos, los débiles y los marginados, afirmando su valor y su valía (Mateo 25:34-40).

El mandamiento de Dios “No matarás” (Éxodo 20:13) refuerza aún más esta santidad de la vida. Tradicionalmente se ha entendido que este mandamiento prohíbe no sólo los actos de violencia, sino cualquier acción que ponga fin intencionadamente a una vida humana. 

La idea de la santidad de la vida puede plantear una cuestión desafiante en el contexto de la eutanasia. Si la vida es realmente sagrada y un don de Dios, ¿podemos justificar alguna vez el acto de acabar intencionadamente con ella, aunque el objetivo sea aliviar el sufrimiento? 

No es fácil responder a esta pregunta, pero está claro que el principio de la santidad de la vida es un elemento fundamental del pensamiento ético cristiano. Nos anima a valorar toda vida, incluso en sus etapas más vulnerables. La santidad de la vida, como piedra angular de la creencia cristiana, informa nuestra comprensión de la eutanasia, empujándonos a cuestionar si se alinea con el respeto y la reverencia que estamos llamados a mostrar hacia toda vida.

La soberanía de Dios sobre la vida y la muerte

Un principio central de la creencia cristiana es la soberanía de Dios, que se extiende a todos los aspectos de la existencia, incluidas la vida y la muerte. Esta creencia configura la comprensión cristiana del orden natural y de los límites de la acción humana. 

Según la Biblia, Dios es el autor y sustentador de toda vida. Afirma que Dios da la vida y la quita, teniendo la autoridad última sobre la vida y la muerte (Job 1:21; Deuteronomio 32:39). Esta creencia sitúa el control sobre el principio y el fin de la vida firmemente en manos de Dios, más allá de la jurisdicción humana.

Esta idea de la soberanía divina sobre la vida y la muerte, combinada con la santidad de la vida, presenta un claro desafío a la eutanasia. Si sólo Dios tiene autoridad sobre la vida y la muerte, ¿pueden los seres humanos asumir legítimamente esta autoridad y tomar decisiones sobre cuándo debe terminar la vida? 

Esta pregunta es especialmente pertinente en los casos de eutanasia, en los que la decisión de poner fin a la vida suele basarse en el deseo de aliviar el sufrimiento. Sin embargo, desde una perspectiva bíblica, es Dios quien tiene la autoridad para determinar los límites de la vida humana, no el individuo que sufre, sus familias o incluso sus cuidadores médicos.

La soberanía de Dios no sólo tiene que ver con el control divino, sino que también es una declaración del cuidado y la providencia divinos. Dios no es un observador distante, sino un Padre amoroso que sostiene y cuida a Su creación, incluso en momentos de dolor y sufrimiento (Mateo 10:29-31).

Comprender la soberanía de Dios sobre la vida y la muerte proporciona una perspectiva crítica sobre la eutanasia. Afirma que las decisiones sobre la vida y la muerte están en manos de Dios, no en las nuestras. Esta creencia cuestiona la premisa de la eutanasia, que otorga a los seres humanos la autoridad para determinar cuándo debe terminar la vida.

Encontrar esperanza en la sabiduría divina

La cuestión de la eutanasia es compleja y profundamente personal. Nos obliga a confrontar nuestras creencias sobre la vida, la muerte, el sufrimiento y los límites de la autoridad humana. Desde una perspectiva bíblica, la santidad de la vida, la soberanía de Dios sobre la vida y la muerte, y la comprensión cristiana del sufrimiento desafían la premisa de la eutanasia.

Para profundizar en tu comprensión personal de esta cuestión, considera estas preguntas:

  • ¿Cómo influye tu creencia en la santidad de la vida en tu perspectiva sobre la eutanasia?
  • ¿Qué significa para ti la soberanía de Dios sobre la vida y la muerte en el contexto de las decisiones sobre el final de la vida?
  • ¿Cómo influye la concepción cristiana del sufrimiento en tus ideas sobre la eutanasia?

Navegar por cuestiones éticas difíciles como la eutanasia puede no ser fácil, pero ofrece una oportunidad para el crecimiento, el discernimiento y una comprensión más profunda de nuestra fe. Ante los momentos más difíciles de la vida, encontremos consuelo en la sabiduría divina que nos guía, el amor compasivo que nos sostiene y la esperanza eterna que nos ancla.

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