Garden with a path leading to a cross illuminated by a divine light. People walk towards the cross, shedding shadows of their old selves, representing the journey of becoming sanctified.

¿Qué significa ser santificado?

La santificación, en la teología cristiana, se ve a menudo como un proceso de ser hecho santo. ¿Cómo describe la Biblia esta transformación, y qué papel desempeñan en ella la fe y las obras?

Probablemente ha escuchado la palabra “santificación” en sermones o estudios bíblicos, pero ¿alguna vez se ha detenido a pensar en lo que realmente significa? La santificación es un aspecto fundamental de la vida cristiana, y entenderla puede ayudar a fortalecer su fe. En esta guía informal, desglosaremos el concepto de santificación y exploraremos su significado desde una perspectiva bíblica. Prepárese para profundizar y descubrir el poder transformador de la santificación en su vida.

Los fundamentos de la santificación

La santificación, en esencia, es el proceso por el cual un cristiano se vuelve cada vez más santo y semejante a Cristo. Es un viaje continuo, de toda la vida, que comienza en el momento de la salvación y continúa hasta la muerte del creyente. El término “santificación” procede de la palabra griega “hagiasmos”, que significa “ser apartado” o “ser santificado”. Esta idea de ser apartado es esencial para entender el concepto de santificación desde una perspectiva bíblica.

En el cristianismo, Dios es considerado santo, y desea que su pueblo también lo sea. Esto se ilustra en 1 Pedro 1:15-16, donde dice: “Sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo”. La santificación es el medio por el cual los creyentes son transformados y conformados a la imagen de Cristo, capacitándolos para vivir vidas que reflejen la santidad de Dios.

La santificación es una obra de la gracia de Dios, no algo que los creyentes puedan lograr por sus propios esfuerzos. Según Efesios 2:8-9, “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”. Es importante entender que la santificación no consiste en ganarse el amor de Dios ni en tratar de demostrar que uno es digno. Por el contrario, se trata de responder a la gracia y al amor que Dios ya nos ha dado gratuitamente.

Hay tres aspectos principales de la santificación en el cristianismo: santificación posicional, progresiva y final.

Santificación Posicional: Este aspecto se refiere a la experiencia inicial de salvación del creyente. Cuando una persona cree en Jesucristo como su Señor y Salvador, inmediatamente es declarada santa a los ojos de Dios. Esto se debe a que la justicia de Jesús le es imputada y sus pecados le son perdonados. Como explica 2 Corintios 5:21, “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”.

Santificación progresiva: Este aspecto es el proceso continuo de crecimiento y madurez espiritual que tiene lugar en la vida de un creyente. A medida que los cristianos aprenden a confiar en la gracia de Dios y en la obra del Espíritu Santo, son transformados gradualmente a la imagen de Cristo. Este proceso implica tanto el abandono de comportamientos pecaminosos como la adopción de comportamientos piadosos, tal como se afirma en Colosenses 3:9-10. Este es un proceso de crecimiento y madurez que tiene lugar en la vida de un creyente: “No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno”

Santificación final: Esta es la etapa final de la santificación, cuando los creyentes serán hechos perfectos y completamente libres de pecado. Esto ocurrirá cuando Jesús regrese y los creyentes sean glorificados en sus cuerpos resucitados. Filipenses 3:20-21 dice: “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”

La santificación es un aspecto vital de la vida cristiana, que abarca la salvación inicial del creyente, el crecimiento espiritual continuo y la glorificación final. Es una obra de la gracia de Dios que permite a los creyentes ser cada vez más santos y semejantes a Cristo, reflejando la santidad de Dios en sus vidas.

El proceso de santificación en la vida del creyente

Como se mencionó anteriormente, la santificación es un proceso continuo, de por vida, que comienza en el momento de la salvación y continúa a lo largo de la vida del creyente. Este proceso de crecimiento espiritual se conoce como santificación progresiva, e implica una asociación entre el creyente y el Espíritu Santo. El objetivo de la santificación progresiva es transformar a los creyentes a imagen de Cristo, permitiéndoles vivir vidas que reflejen la santidad de Dios.

Hay varios aspectos clave en el proceso de santificación en la vida de un creyente:

Permanecer en Cristo: Uno de los elementos fundamentales de la santificación es permanecer en Cristo, lo que significa mantener una relación cercana y personal con Jesús. Esto implica pasar tiempo en oración, leyendo y meditando las Escrituras, y obedeciendo Sus mandamientos. Como dijo Jesús en Juan 15:4-5: “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”.

La renovación de la mente: La santificación implica la renovación de la mente, que es el proceso de reemplazar los pensamientos y patrones de pensamiento pecaminosos por otros piadosos. Romanos 12:2 instruye a los creyentes a “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. Esta renovación ocurre cuando los creyentes se sumergen en las Escrituras y permiten que el Espíritu Santo moldee sus pensamientos y actitudes de acuerdo con la verdad de Dios.

Despojarse del viejo yo y revestirse del nuevo: La santificación requiere que los creyentes se despojen intencionalmente de su vieja naturaleza pecaminosa y se revistan de su nueva naturaleza en Cristo. Esto significa alejarse de comportamientos pecaminosos y adoptar comportamientos piadosos. Efesios 4:22-24 declara: “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.”

La Práctica de Disciplinas Espirituales: Participar en disciplinas espirituales, como la oración, el estudio de la Biblia, la adoración, el ayuno y el servicio a los demás, es una parte esencial del proceso de santificación. Estas disciplinas ayudan a los creyentes a cultivar una relación más estrecha con Dios, a crecer en su fe y a parecerse más a Cristo. 1 Timoteo 4:7-8 anima a los creyentes a “Ejercítate para la piedad; porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera”.

El papel de la comunidad: La santificación no debe ser un esfuerzo solitario. Los creyentes están llamados a crecer juntos en Cristo como parte de una comunidad de fe. Esto involucra participar en una iglesia local, involucrarse en compañerismo, y animarse unos a otros en sus viajes espirituales. Hebreos 10:24-25 dice: “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.”

El proceso de santificación en la vida de un creyente implica permanecer en Cristo, renovar la mente, despojarse del viejo yo y revestirse del nuevo, practicar disciplinas espirituales y participar en una comunidad de fe.

El papel del Espíritu Santo en la santificación

El Espíritu Santo desempeña un papel crucial en el proceso de santificación, ya que es quien da poder y capacita a los creyentes para crecer en santidad y parecerse cada vez más a Cristo. Al Espíritu Santo a menudo se le llama “Ayudador” o “Consolador”, y es la tercera persona de la Trinidad, junto con Dios Padre y Jesucristo. En esta sección, examinaremos las diversas maneras en que el Espíritu Santo participa activamente en la santificación.

Convicción de pecado: El Espíritu Santo convence a los creyentes de su pecado, ayudándoles a reconocer áreas en sus vidas que no están alineadas con la voluntad de Dios. Esta convicción conduce al arrepentimiento y al alejamiento de los comportamientos pecaminosos. Jesús habló sobre el papel del Espíritu Santo en convencer al mundo de pecado en Juan 16:8, “Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.”

Regeneración: En el momento de la salvación, el Espíritu Santo regenera el espíritu del creyente, dándole nueva vida en Cristo. Este es el comienzo del proceso de santificación. Tito 3:5 dice: “Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo”.

Morada: El Espíritu Santo mora en los creyentes, se instala en ellos y les sirve como fuente constante de guía, sabiduría y poder. Esta morada es un don de Dios, concedido a todos los que creen en Jesucristo. 1 Corintios 6:19 nos recuerda: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?”.

Empoderamiento: El Espíritu Santo capacita a los creyentes para vivir vidas piadosas, proporcionándoles la fuerza y la habilidad para vencer la tentación y el pecado. A medida que los creyentes se someten a la guía del Espíritu Santo, son capacitados para caminar en el Espíritu y exhibir el fruto del Espíritu en sus vidas. Gálatas 5:16-17 dice: “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis”.

Transformación: El Espíritu Santo trabaja activamente para transformar a los creyentes a la imagen de Cristo. Este proceso de transformación es a menudo referido como “crecimiento espiritual” o “madurez.” Es a través de la guía y el poder del Espíritu Santo que los creyentes pueden llegar a ser más semejantes a Cristo en sus pensamientos, actitudes y acciones. 2 Corintios 3:18 dice: “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.”

Dar fruto: El Espíritu Santo produce frutos espirituales en la vida de los creyentes, que son las manifestaciones visibles del proceso de santificación. Estos frutos se enumeran en Gálatas 5:22-23 como “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza”. A medida que los creyentes crecen en su relación con Cristo y se someten a la obra del Espíritu Santo, estos frutos se hacen cada vez más evidentes en sus vidas.

El Espíritu Santo desempeña un papel indispensable en el proceso de santificación. Él convence a los creyentes de pecado, regenera sus espíritus, mora en ellos, les da poder para vivir vidas piadosas y los transforma a la imagen de Cristo.

El camino de la santificación

La santificación es un aspecto fundamental de la vida cristiana, que implica un proceso permanente de crecimiento espiritual y transformación a la imagen de Cristo. Mediante la obra del Espíritu Santo y la participación activa del creyente, la santificación conduce a una vida que refleja la santidad de Dios. A medida que permanezcamos en Cristo, practiquemos disciplinas espirituales y participemos en una comunidad de fe, experimentaremos el poder transformador de la santificación en nuestras vidas.

Para seguir explorando y reflexionando sobre este tema, plantéate las siguientes preguntas personales:

  • ¿Cómo estoy participando activamente en el proceso de santificación en mi vida?
  • ¿En qué áreas necesito la guía y el poder del Espíritu Santo para vencer el pecado y crecer en santidad?
  • ¿Cómo puedo comprometerme mejor con mi iglesia local y mi comunidad cristiana para animarnos mutuamente en nuestro camino de santificación?

Recuerda que la santificación es un camino que dura toda la vida y que debemos confiar en la gracia y el poder del Espíritu Santo para crecer en santidad. Anímate porque Dios es paciente y fiel, y trabaja continuamente en nuestras vidas para moldearnos a la semejanza de Su Hijo, Jesucristo. Como nos asegura Filipenses 1:6: “El que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús.”

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